viernes, 1 de octubre de 2010

LE GUSTABA MIRAR LOS CULOS Y LOS ESCAPARATES RELIGIOSOS

Miraba los culos de la gente, como quién mira la bola de una adivinadora, con sorpresa, sopesando su valor, analizando sus vaivenes, comparando volúmenes entre unos y otros con el rostro transfigurado por la satisfacción. Le gustaban los culos en general y las imágenes religiosas en particular. Eran unas de sus aficiones silenciosas. Ex militante de un partido de izquierdas, jubilado de los de pantalones mil rayas, recién planchados, fumador con dedalillos amarillentos en los dedos y consumidor de películas pornográficas. Era el hombre ideal para llevar a cabo la misión.

Sepúlveda, de nombre Lluis Sebastian, sin acento, uruguayo, exiliado, combatiente en mil trincheras e individuo por lo general tremendamente aburrido, se iba a convertir en el próximo “partenaire” de la nueva producción Boch, Arquímedes Boch PCP -Producciones Cinematográficas y Pornográficas-. Cineasta comprometido y pornógrafo hasta la médula, amante del cine exagerado, “gore” como decía él que se llamaba ahora. Arquitecto de las mejores posturas conocidas y filmadas en primitivo 16 mm y que jamás se hubieran exhibido, estaba en blanco, sin ideas, su película dos mil debería estar llamada a convertirse en un éxito sin precedente, pero Belladama, joven, guapa y guarra pornostar no se daba por satisfecha con cualquier jilipollas jovencito venido del caído telón de acero. La joven, y guarra Belladama quería algo más allá del cunilingus habitual, y sin ella el negocio se iba al traste. Sepúlveda era la tabla de salvación de la productora y de la cabeza de Boch quien tendría que demostrar ante los financiadores rusos que aún se encontraba en plena forma artística.

Repentinamente fue abordado cuando se encontraba paseando por Las Ramblas en compañía de su perrita “china”, nombre dado por el barrio en donde había pasado los últimos cuarenta y cinco años de su anodina existencia. Dos musculosos pero tiernos “ actores” se acercaron y le invitaron a subir a un flamante coche negro que paraba en ese momento a la altura de la estatua viviente de un Cesar inmaculado y chorreando el blanco maquillaje como un loco poseído, tal Cesar parodiado.

Boch encontró un alma pura y sensible en la persona de Sepúlveda. Era el perfecto mirador de culos. Lo que Belladama necesitaba y de paso lo que necesitaban los rusos, y con un poco de suerte, la palmaría en un ataque al corazón de tanto mirar a la chica tirada en un cama, mostrando a cámara la singular herramienta laboral con la cual se había hecho famosa años atrás.

¡Acción! Mientras Sepúlveda no quitaba ojo al culo de Belladama, la cámara iba rodando en un traqueteo singular. La actriz se daba unos cuantos revolcones con otra muchacha. La guarra y metódica Belladama le daba a todos los palos en sintonía con los gustos de los espectadores –pensó Boch- y las posibilidades de llevarse alguno de los premios en cualquier festival de cine erótico, eran muchas, incluso en el de más prestigio como era el de Cannes.

Las dos encantadoras jovencitas se lo estaban montando delante de la cámara y de Sepúlveda que no quitaba ojo de ninguno de sus culos.

Valorando, sopesando, analizando, construyendo fantasías y una soez arquitectura en sus pensamientos, mientras que ni aún por esas iba a lograr que se le enrampada aunque solo fuera para quedar bien delante de la cámara de Boch. Lluis Sebastian debería lograr una decidida predisposición al coito con cualquiera de las dos chicas, si quería tener éxito, atraído por la llamada del deseo y sentirse en primera fila como un espectador privilegiado, pudiendo saborear el color de las bragas, o mejor pantys, que Belladama y su chica casi nunca se quitaban.

El aparato de Lluis Sebastian era normal, tirando para normalillo, de aspecto tan fláccido que casi daba horror que la cámara se paseara aunque fuera por unos instantes a su alrededor. Belladama a cada momento más y más excitada, contorneo su culo casi en los morros de Lluis Sebastian que poco a poco iba logrando excitar pero sin los resultados apetecidos aunque fuera por el álgebra que la chica de Belladama le estaba enseñando.

Si algo tenían las chicas era una inigualable experiencia en esto de calentar las braguetas de los varones, fueran actores o espectadores, incluso las de los técnicos que tenían que enjugar sus líquidos a base de ir pensando en otro misales en los cuales pasar las hojas.

“El tempo” cinematográficos iba pasando, el recalentamiento general iba aumentando de grado y Sebastian, de primer nombre Lluis, no lograba que se le empalmara al cien por cien al trajín del chupeteo de las chicas.

Afortunadamente para Boch, los rusos y las chicas, se le ocurrió que podía pensar en algo que le hiciera ponerse a la altura de las circunstancias, o sea, de las estrellas del porno que tenía delante a su disposición y prevenidas ante cualquier eventualidad. Boch sabía que aquello iba a dar resultado, se lo habían prometido, amigos de Sebastian, solo hay que hacerle pensar en lo que más le excita –dijeron.

Boch, ordenó ¡Acción! Y las chicas comenzaran a moverse acompasadas por una musiquilla de tipo Mix, ideal para amenizar el movimiento de culos y tetas delante de una, como se llamaba, cámara nerviosa. La escena era indecente –pensó Boch y así debía de ser, llevada a sus más guarras excentricidades.

Boch ordenó a Lluis Sebastian que pensara en lo que mas le pudiera excitar y después de unos segundos Sepúlveda logró dar con lo que durante años le había provocado una excitación sin precedentes. Las reuniones del Cómite Central de Partido, y si eran las extraordinarias, mejor, eran la hostia, el buda dorado de la excitación, el “Cumbayá” neoliberal sin excluir a los grupos de izquierdas, era tocar el cielo con la mano, saborear la fruta de la pasión, igualarse en todas las excentricidades conocidas y que todo ello mezclado, habían logrado poner cachondo al bueno de Lluis Sebastian durante decenios de militancia.

La bella Belladama, sin pensárselo lo tragó entero, en una actuación sin precedentes, provocándole el normal y desagradable atragantamiento nauseo. Una vez más habían tenido suerte. Boch había salvado la cabeza, Sepúlveda iba a asegurarse una excelente jubilación y Belladama lograría una nueva estatuilla en el Festival de Cine Erótico de Barcelona.



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