jueves, 16 de diciembre de 2010

"EL PAÑUELO ROJO"

desvelando su final




el pañuelo rojo (guión)

(desvelando el final)... (diez ultimos minutos)

CUBANO

¿Así que vosotras sois las nuevas? ¿No es eso? ...Bien, me alegro de que estéis por fin aquí. Os esperábamos dentro de dos días. ¿Habéis tenido algún contratiempo?.

SEMA y LÍA se miran

CUBANO

¿Supongo que ya os habrán puesto al corriente de todo?

LÍA

¿Al corriente?.. por supuesto. La gente de aquí es muy amable.

CUBANO

Tratamos de comportarnos lo mejor posible con nuestros empleados. No queremos que la gente este descontenta.

LÍA

Lo supongo.

CUBANO se levanta y camina alrededor de ellas. Observa a SEMA. Esta trata de ocultar su cara. CUBANO se dirige a la ventana. Mira al exterior.

CUBANO

No importa lo que tengamos que pagar. Lo único que importa es que el cliente quede satisfecho.

CUBANO de nuevo se sienta en el sillón. Las mira.

CUBANO

Y aquí es donde entráis vosotras. ¿Ya os habrán dicho que en nuestro hotel todo el mundo quiere ganar?

LÍA

Es un principio razonable.

CUBANO

Veo que entiendes lo que quiero decir. (Apoyándose en el sillón hacia atrás) Unos prefieren ganar dinero. Aunque eso no ocurre siempre. Y otros solo buscan entre nosotros divertirse.

LÍA

¿Por lo que veo estamos incluidas en el segundo supuesto?.

CUBANO

Querida. En este negocio no solemos contemplar el término supuesto. Nos guste o no, la gente tiene necesidades. Y nosotros estamos aquí para tratar de complacerles cubriendo, digamos, sus pequeñas perversiones.

LÍA

Entiendo. En esas, como dice, pequeñas perversiones, entra el riesgo de que te abran la cabeza con un cenicero. ¿Me equivoco?

CUBANO

Vaya. Acabáis de llegar y ya estáis al corriente de lo que sucede. (Levantándose del sillón) En todos los oficios se corren riesgos. Y este no iba a ser menos. (Dirigiéndose hacia ellas) Después de esta instructiva conversación tal vez haya habido algo que os haga cambiar de opinión.

LÍA

Y ya que hemos llegado hasta aquí. ¿Qué otra opción nos queda?

CUBANO

No sé. Podéis hacer las maletas y largaros o compartir con nosotros este lugar. No nos gusta que nuestros empleados se sientan ¿Cómo diría? Atados a ningún compromiso.

LÍA

¡Ya! Comprendo.

CUBANO

(Mirando a SEMA) Veo que tu amiga no es partidaria de hablar mucho. (Dirigiéndose a SEMA) ¿Tu cara no me resulta del todo desconocida? Tengo la impresión de habernos visto antes

Se encaminan hacia la puerta.

LÍA

¡Eso es imposible!.

CUBANO

¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?

LÍA

(Un poco azorada) Pues... porque...porque es extranjera. Eso es... ¿ya sabe como son los extranjeros?. Es una amiga de toda la vida. De niñas ya nos conocíamos. Y ya ve

¡ Juntas a todos los sitios!

CUBANO

Ya veo. Es extranjera. ¿Y os conocéis de toda la vida?

LÍA

Eso mismo. Bueno si ha terminado con nosotras. (Haciendo un gesto con la mano hacia fuera) Tenemos cosas que hacer.

CUBANO

Sí, sí... claro. Podéis marcharos.

Salen. CUBANO se levanta y mira a través de la ventana. Coge el teléfono. Por el corredor hacia el vestíbulo principal. Se introducen por la cocina hasta el apartamento. Una vez dentro, LÍA se apresura a meter unas cuantas prendas en una bolsa.

SEMA

¿Qué haces?

LÍA

Me largo. No me gusta la cara de ese tipo. Tú puedes hacer lo que quieras pero yo no me quedo. No quiero tener problemas con esta gente.

SEMA

Es uno de ellos.

LÍA

(Se incorpora y mira a SEMA) ¿Qué quieres decir con que es uno de ellos?

SEMA

Sabes perfectamente a lo que refiero. Si no ¿Qué estamos haciendo aquí?

LÍA

Nos hemos equivocado. Eso es todo

SEMA

¡Ya! Hemos hecho cientos de kilómetros y ahora dices que te has equivocado de sitio.

LÍA se dirige al cuarto de baño. Coge el cepillo de dientes. Algunos frascos. Y sale de nuevo.

LÍA

¡Eso es! ¡Me he equivocado! ¿Y qué?

SEMA

Esta bien. Lo haré sola. No te necesito tu ayuda.

SEMA sale de la habitación. LÍA tira con rabia un frasco a la pared.

LÍA

¡Mierda!...¡mierda!

CASINO DEL HOTEL. Int./ Noche.

El casino se encuentra animado. Los clientes apuestan en las distintas mesas de juego. En la barra. LÍA toma algo. Se levanta y recorre el casino. CUBANO la observa. Se dirige hacia ella cogiéndola del brazo caminan.

CUBANO

Querida. Hay veces que el negocio no va tan bien como nosotros quisiéramos

LÍA

¿Que pretendes decirme?

CUBANO la mira

CUBANO

Veo que vas cogiendo confianza. Me alegra saber que vuestras dudas se vayan disipando.

LÍA

¿Sigo sin entender lo que quiere decir?.

Caminan hacia el mostrador de cambio.

CUBANO

Enseguida lo sabrás

Se paran frente a un empleado que se encarga de cambiar el efectivo por fichas de juego.

CUBANO

Aquí todos nosotros jugamos un papel. Y en vuestro caso que nuestros clientes ¡dios! ¿Cómo te lo explicaría?. Ellos vienen aquí a perder todo lo que llevan encima. Ese es el secreto de este negocio.

El empleado desliza un montón de fichas sobre el mostrador. CUBANO las coge a la vez que coge una mano de LÍA. Le entrega el montón de fichas.

CUBANO

(Ásperamente) ¡Sal ahí y deja que esta gente sienta el placer de compartir tu suerte!.

LÍA lo mira y se encamina hacia las mesas de juego. Se vuelve a mirar a CUBANO. Este le hace un gesto afirmativo con la cabeza. LÍA recorre distintas mesas de juego. Se decide por la mesa de dados. El RESPONSABLE de la mesa mira a lo lejos a CUBANO. Este le hace un gesto afirmativo.

RESPONSABLE mesa dados

¡Bien señores! ¡Partida cerrada! (Deja dos dados junto a LÍA) Gana el siete. (A SEMA) Es su turno.

SEMA coge los dados con una mano. Los agita un poco y los tira.

RESPONSABLE mesa dados

¡Seis!

LÍA

¿Sigo tirando?

El RESPONSABLE mira hacia donde se encuentra CUBANO.

RESPONSABLE mesa dados

Por supuesto señorita ¡Partida cerrada! (coge los dados y se los entrega a LÍA) ¡Gana el siete!

LÍA coge los dados y los lanza sobre la mesa. Los dados se deslizan sobre el tapete verde.

RESPONSABLE mesa dados

¡Siete!

LÍA se alboroza al comprobar que ha ganado. El RESPONSABLE le desliza las fichas del importe del premio.

LÍA

¿Puedo...?

El RESPONSABLE vuelve a mirar a CUBANO. Este le hace un gesto afirmativo. El RESPONSABLE de la mesa acerca los dados.

RESPONSABLE mesa dados

Claro. Ha ganado. ¡Bien, partida cerrada! ¡Gana el siete! (A SEMA) ¡Cuando quiera!

LÍA coge los dados con sus dos manos y sopla. Se encuentra animada. Ante la expectación levantada varios clientes se acercan a la mesa

LÍA

¡Vamos, vamos! ¡Portaros bien!

LÍA lanza los dos dados. Se deslizan suavemente por el tapete.

RESPONSABLE mesa dados

¡Siete! ¡Ha vuelto a ganar, señorita!

El alborozo entre los clientes es general. El RESPONSABLE de la mesa le acerca el doble de fichas de las apostadas.

LÍA

¿Puedo?

CUBANO se encamina hacia la mesa y se coloca junto a LÍA

CUBANO

¡Enhorabuena señorita! Veo que tiene suerte.

LÍA

(A CUBANO) ¡Gracias!

CUBANO hace un gesto con un ligero movimiento de cabeza al RESPONSABLE. Este le acerca los dados.

RESPONSABLE mesa dados

¡Partida cerrada! ¡Gana el siete!

LÍA lanza los dados. Resbalan sobre el tapete.

RESPONSABLE mesa dados

¡Siete!

El RESPONSABLE desliza un importante montón de fichas por el tapete.

CUBANO

Ha vuelto a ganar. ¿Cómo lo hace?

LÍA

Ya ve, es cuestión de suerte. Unos pierden y otros ganan.

LÍA

(Al RESPONSABLE) ¿Me puede acercar los dados?

El RESPONSABLE los mueve en su mano. Mira a CUBANO

CUBANO

¡Ya esta bien! La señorita pasa de jugar por esta noche.

LÍA

Pero usted ha dicho que...

CUBANO

(Con aspereza) ¡Yo no he dicho nada!

LÍA

Pero yo quiero seguir jugando. Tengo una buena racha.

CUBANO

¡Ya tiene suficiente por esta noche! (cogiéndola del brazo)

LÍA

¡Quíteme las manos de encima! (A todos los reunidos alrededor de la mesa) ¿Quieren saber lo que pretende este tipo? ¡Me ha obligado a dejar de jugar! ¡Ahora que iba ganando, pretende que abandone la partida!

CUBANO

No compliques las cosas

LÍA

¡Ya lo ven! ¡Además me esta amenazando!

CUBANO

Déjalo ya!

Ante el alboroto. CUBANO logra sacarla de la mesa. Atraviesan el casino. Un grupo reducido de clientes se sobresalta. CUBANO de espaldas se para. LÍA gira su cabeza y sonríe.

Desde la mesa de los dados. Un arma apunta hacia el centro de la sala.

SEMA (OFF)

¡Suéltala!

CUBANO no hace nada.

SEMA (OFF)

¡ He dicho que la sueltes!

CUBANO libera lentamente el brazo de LÍA que se aparta hacia un lado

CUBANO

(Dándose la vuelta con suavidad) Esta bien.

SEMA

¡Levanta los brazos!

CUBANO

De acuerdo..de acuerdo.

Acaba de dar el giro y observa que se trata de SEMA. Mientras tanto unas manos cogen de la mesa de los dados el montón de fichas del premio.

CUBANO

(A todos ) ¡Mira por donde! (Irónicamente) ¿Quién si no podía montar todo este alboroto? ( A todos) ¡No se preocupen esta señorita y yo ya nos conocemos! Y estoy seguro que no va a disparar. Les aseguro que no les pasara nada. ¿No es así, pequeña...? ¿Cómo era? ¡Ah, ya lo recuerdo! ¡ Zorra! ¿No es eso?

SEMA da unos cuantos pasos rápidos hacia CUBANO. Este hace un movimiento reflejo hacia atrás. SEMA se para sin dejar de apuntarle con su arma. Quien lleva las fichas del premio obtenido por LÍA se dirige hacia el mostrador de fichas. El RESPONSABLE lo mira.

RESPONSABLE de las fichas

Esta bien, señor. Como quiera. Pero es una cantidad muy importante.

Mientras tanto en la sala.

CUBANO

¿Saben? ¡Esta señorita y yo nos conocemos hace tiempo! ¡Digamos que nos conocimos en unas circunstancias especiales!

SEMA se mantiene firme ante CUBANO

CUBANO

¡Vamos deja de jugar de una puta vez con eso!. ¿Qué va a pensar toda esta gente? ¿Qué se trata de un juego perverso? ¿Es eso? ¿Eh? ¿Es eso lo que quieren que piensen? Este sitio tan solo es un lugar donde todo el mundo viene a jugar y a divertirse (a todos).

Uno de los guardaespaldas de CUBANO hace intención de sacar el arma. SEMA dirige su pistola al guardaespaldas. CUBANO le hace un gesto para que guarde el arma. SEMA vuelve apuntar a CUBANO

CUBANO

¡Vamos, vamos! Podemos arreglar esto sin que nadie salga herido. ¿No te parece?( A todos) ¿Cuéntanos?¿A que has venido? ...No, no me lo digas. Déjamelo adivinar (introduce su mano en un bolsillo de sus pantalones y lentamente extrae un pañuelo rojo) ¿Acaso has venido a por esto? ( deja caer el pañuelo al suelo)

Ninguno de los clientes es capaz de moverse. CUBANO sonríe irónicamente

CUBANO

El guardaespaldas hace intención en sacar la pistola. SEMA se encamina rápida hacia CUBANO disparándole varias veces. Vuelve su pistola hacia el guardaespaldas y dispara ante de que pueda sacar su arma. SEMA se queda de pie. CUBANO en el suelo sangra abundantemente. SEMA mira a sus ojos y levanta su arma apuntándole. LÍA se acerca hasta SEMA

LÍA

¡Déjalo ya, Sema!

SEMA de momento no baja su arma. CUBANO la mira y sonríe. Deja caer la cabeza. Sus ojos están abiertos.

LÍA

¡Vámonos¡

SEMA se agacha a mira a CUBANO y coge el pañuelo. LÍA la coge del brazo arrastrándola fuera de la sala.

LÍA

Se lanzan a la carrera por el corredor que da al vestíbulo principal. Los clientes se quedan mirándolas asombrados.

(Corriendo hacia la salida) ¡No pasa nada! ¡Ha tenido un corte de digestión! ¡Pueden seguir divirtiéndose!

Se van cruzando con más clientes

LÍA

¡No pasa nada! ¡Solo esta un poco indispuesta!

Salen hasta la entrada principal del hotel. De repente ven venir el coche conducido por “SHAKESPEARE”.

“SHAKESPEARE”

Estoy seguro que después de esto me vais a adorar.

Montan en el coche

LÍA

¿Nadie te ha dicho que tienes un maravilloso sentido de la oportunidad?

“SHAKESPEARE”

No. En realidad solo vosotras.

El coche acelera saliendo hacia la carretera.

Corte a

ENCRUCIJADA DE CARRETERAS. Ext. /Noche

Conducen hasta que se encuentran en un cruce de caminos.

“SHAKESPEARE”

¿Y ahora hacia donde?

LÍA

No tengo ni idea. Lo podemos echar a suerte. Si sale cara, derecha. Cruz, izquierda.

“SHAKESPEARE”

¡Déjalo!

“SHAKESPEARE” decide introducirse por el camino que conduce hasta unas salinas abandonadas.

Corte a

CASINO DEL HOTEL. Int. /Noche

El CORONEL mira el cuerpo de CUBANO. No dice nada. Se coloca las gafas de sol.

SALINAS ABANDONADAS. ALMERIA Ext. /Noche

El paisaje es espectacular. Una extensión llana y blanquecina se les presenta ante sus ojos.

LÍA

¿Y bien?

“SHAKESPEARE”

¿Y bien que? Volvéis a estar perdidas.

LÍA lo mira desconfiadamente

LÍA

¿Cómo sabes tu...?

“SHAKESPEARE” mira a LÍA

“SHAKESPEARE”

¿Qué queréis que sepa? ¿Durante toda esta historia supongo que en algún momento os habréis encontrado perdidas? ¿No?

SEMA mira desde el asiento trasero a “SHAKESPEARE”

“SHAKESPEARE”

¿Qué os pasa? ¿Por qué me miráis de esa forma?

LÍA baja del coche. SEMA la sigue. “SHAKESPEARE” no despega sus manos del volante.

LÍA se apoya en el coche. SEMA se adelanta hacia el interior de las salinas. LÍA mira a “SHAKESPEARE” y se dirige hacia donde se encuentra SEMA.

SEMA se encuentra agachada en el suelo. Recoge un montón de sal para después dejarlo caer al suelo. SEMA sin mirar a LÍA “SHAKESPEARE” desde el coche las mira

SEMA

¿Qué hacemos ahora?

LÍA mira a los lados

LÍA

¡Buena pregunta!

De repente LÍA observa como por la extensión de la salina se acerca un coche.

LÍA

Espero que tengan alguna respuesta.

El coche para unos cien metros de donde se encuentran. SEMA abre el tambor de la pistola y se da cuenta de que no tiene balas

SEMA

Esta vacía.

LÍA

¡Estupendo! ¡Solo nos faltaba eso!

Del coche recién llegado desciende un par de hombres y seguidamente el CORONEL.

CORONEL

¿Supongo que no me conocen?....(da unos cuantos pasos hacia ellas) Reconozco que son ustedes difíciles de localizar.

LÍA

¿No veo porque? No nos hemos movido de aquí en toda la noche.

CORONEL

Es usted divertida. Pero no creo que se encuentre en condiciones de permitirse hacer, digamos, ciertas bromas.

LÍA

Ya entiendo. Ahora es cuando va y nos meten un tiro y se te visto no me acuerdo. O si no, ¿Qué le parece si nos corta a trocitos pequeños y nos deja una temporada en salazón? ¿Supongo que a eso ya estará acostumbrado?

CORONEL

Me alegra ver que aún les queda sentido del humor.

LÍA

Y a mí. En mis ratos libres practico lo que puedo. Eso, si no estoy ocupada representando, pongamos a una chica mala, que por casualidad se mete en un lío de prostitutas traídas de sabe dios donde. ¿Por cierto de dónde las ha sacado esta vez?

CORONEL

Es una lástima que no tengamos tiempo para conocernos mejor. Estoy seguro que llegaríamos a entendernos en el precio.

LÍA

No se lo crea. Si no pregúntele a él. (A “SHAKESPEARE”) ¿Sabe? Mi trabajo sé esta revalorizando por momentos.

CORONEL

Me gusta la gente cuando dice cosas absurdas. Me recuerda que debo marcharme.

“SHAKESPEARE” conecta el motor del coche y acelera hacia ellos. Se detiene y baja del automóvil.

CORONEL

¡ Veo que no les falta buena compañía!

“SHAKESPEARE” saca de la cintura trasera un revolver que con su mano derecha apunta al CORONEL.

CORONEL

Estoy asombrado. Les das lo que piden y después te lo agradecen de esta manera.

“SHAKESPEARE” lentamente gira su arma hacia las chicas apuntándolas.

LÍA

( A “SHAKESPEARE” levantando las manos) De acuerdo...esta bien ¿Por qué no te dedicas a escribir novela policíaca?

“SHAKESPEARE” hace un gesto dubitativo con la cabeza

“SHAKESPEARE”

Si tanto te empeñas lo puedo intentar.

CORONEL

Bien. ¡Déjense de historias...!

“SHAKESPEARE” dirige al arma contra el CORONEL. Mientras tanto saca una segunda pistola de su cintura. Apuntando en esta ocasión a las chicas.

CORONEL

¡Esta bien, son todas suyas!

“SHAKESPEARE” apunta ahora con las dos armas a las chicas. El CORONEL se gira con intención de entrar en el coche con sus guardaespaldas

“SHAKESPEARE”

¡Coronel!

El CORONEL que esta a punto de entrar se para y lo mira.

CORONEL

¿Qué quiere ahora?

“SHAKESPEARE” le apunta con una de las armas.

“SHAKESPEARE”

¡Tan solo que no se vaya con la impresión que hubiera preferido ser escritor!

“SHAKESPEARE” dispara con el arma de su mano derecha hacia SEMA que cae al suelo

CORONEL

¡Es usted increíble! Por un momento pensé que...

con el arma en su mano izquierda dispara tres veces hacia el CORONEL y sus guardaespaldas.

En la salina varios cuerpos están tendidos en el suelo. LÍA recoge con sus brazos el de SEMA.

Fundido con el sonido de un teléfono móvil.

Al otro lado alguien ha descolgado el teléfono móvil.

“SHAKESPEARE” (OFF)

¡Estas ahí? ¡Va contesta de una vez! ¡Sé que estas ahí!

En todo el cuadro vemos unas imágenes de video. SEMA y LÍA en algunos momentos de la grabación hecho durante el viaje.

“SHAKESPEARE” (OFF)

¡Déjate de tonterías! Llevo días intentando dar contigo. ¡Esta bien, como quieras! ¡Pero sé que me estas escuchando!

El plano se abre y vamos viendo unas gafas negras de sol y el rostro de LÍA.

LÍA

Estoy aquí

El plano se hace cada vez más general.

“SHAKESPEARE” (OFF)

Te llamo para decirte que el asunto lo han publicado los periódicos No te puedes imaginar el revuelo que habéis organizado... ¿Oiga? Lía ¿Estas ahí?

Aparece en plano SEMA

“SHAKESPEARE” (OFF)

Bueno da lo mismo. Dime ¿Cómo esta ella?.

Conforme se encuadran las dos. LÍA mira a SEMA. Ambas están tumbadas en unas hamacas sobre la arena. SEMA lleva atado a la cintura el pañuelo rojo que oculta la parte inferior de su bikini.

LÍA

No te preocupes, se encuentra bien.

“SHAKESPEARE” (OFF)

Me alegro.

El encuadre se hace más general. Vemos la playa desierta. Un camarero negro se acerca con unas copas decoradas exóticamente.

LÍA

Por cierto. Estuviste a punto de engañarme. ¿Cómo demonios lo hiciste?

“SHAKESPEARE” (OFF)

Eso no tiene importancia ahora. Es una historia larga de contar. ¡Escúchame! He hablado con el hospital. Las pruebas han vuelto a dar positivas. Es probable que haya que repetirlas y tengas que volver.

LÍA cierra el móvil

“SHAKESPEARE” (OFF)

¿Lía?...¡Lía escúchame! ¿Sigues ahí?

Ambas permanecen tumbadas sobre las hamacas. El plano se hace general.

SEMA (OFF)

¿Que quería?

LÍA (OFF)

Cosas de Shakespeare

Sema

¿Cuánto tiempo nos queda?

Lía

No sé. Un mes. Tal vez dos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

AVISAME CUANDO VENGAS

Virginia se puso el jersey de cuello cisne. Le iba a abrigar lo suficiente como para no pasar frío el resto del invierno. Con el clima húmedo se le habían resentido sus viejas dolencias causadas por un accidente de moto de vuelta de la ciudad.

Trasladé de lugar una figurita de barro de la estantería de madera barnizada. Era uno de sus trabajos en la escuela de artes. Estaba contenta con su nueva ocupación, pues al menos no tendría con ello que impacientarse hasta que yo no volviera del trabajo. Nuestro hijo estudiaba en la universidad politécnica y Virginia se encontró, un buen día, sola en una casa vacía. Incluso su vida aparentaba no tener demasiado sentido entonces.

Coloqué la figurita de barro en un estante próximo al cuarto de estar y en su lugar puse la única maceta de la casa, que echaba, por entonces, nuevos brotes de color rojo.

Era sábado y mi día de descanso en el trabajo, así que replegué los utensilios del desayuno y como un acto reflejo, me dispuse a llevar a cabo el trabajo que Virginia hacía cada día. Ella me miraba con los brazos cruzados, sin decir absolutamente nada. Habíamos cumplido los cuarenta y en raras ocasiones salíamos, excepto para realizar algunas compras. En alguna ocasión traté de convencerla para continuar la relación con nuestros amigos. Cada uno de ellos se fueron separando de nosotros a raíz del nacimiento de nuestro hijo.

La casa era como un monumento megalítico. De formas enormes y vetustas que tiempo atrás había pertenecido a la familia de Virginia. Ella consideraba el edificio como algo especialmente extraño y ajeno a sus gustos. Supongo que la abandono por ese motivo, en numerosas ocasiones.

Dispuse los platos sobre el fregadero y solté el chorro del agua. No sé en que podía estar pensando, pero era incapaz de soportar, por un instante más, el silencio que era roto exclusivamente por el ruido del agua al chocar contra la vajilla.

--Te dejo.—dijo mirándome a la vez que se colocaba las gafas.

Estaba realmente hermosa aquella mañana. No pensé nunca en que la cosa pudiera acabar así. Todos estos años juntos. Nuestro matrimonio. Me deshice del delantal y me dirigí hacia ella con las manos mojadas.

--¿Quieres que te acompañe?.—le pregunté con desconcierto.

--Es preferible que esto lo haga sola.—dijo

La verdad es que fue entonces cuando me día cuenta que no conocía en absoluto sus sentimientos.

Permanecimos separados durante varios meses. Ella vivía en un apartamento céntrico en compañía de una mujer. Su mejor amiga, decía, rectificando siempre que podía. Marcia, tenía los mismos años que Virginia y además era compañera suya en la escuela de arte.

Nuestro hijo solía visitarnos con más frecuencia a raíz de nuestra separación, pero los fines de semanas pasaban pronto y cada uno de nosotros volvía a sus habituales ocupaciones. La separación, en realidad, nunca fue completa, quiero decir que solíamos vernos para comer juntos en algún restaurante del centro. Era una mujer feliz y mentiría si dijera lo contrario. Por otro lado yo comencé a considerarme un verdadero idiota por haberla dejado perder.

Se cansó pronto de su trenza y se corto el pelo. En mi vida había visto a Virginia en pantalones. Le favorecían realmente. Su piel había adquirido un color pálido, o gris. O Ambos a la vez, así que traté de imaginármela en adelante como una mujer independizada.

Un día de vuelta del trabajo, estaba sentada sobre el último peldaño de la escalera del porche. Flanqueada por un pequeña maleta y un bolso de mano de color marrón. Tenía la piel fría y blanca. Una sonrisa le cruzaba de un extremo a otro su cara. Volvía sin ninguna intención de quedarse. Deseaba reflexionar, pero nunca supe de qué.

Era una de sus habituales renuncias a lo que le rodeaba. Los fines semana que siguieron, limpié el polvo de la figurita de barro que coloqué de nuevo sobre la estantería del cuarto de estar, por si alguna vez decidía volver a casa definitivamente.

NO TE LO CREAS SI ME VES LLORAR


Le mandó parar el coche, abrió la portezuela, salió airada. Paró al siguiente, a quién hizo señas. Subió y cerró tras de sí la portezuela.

-Es un hijo de puta –exclamó.

-¿Y ahora?- preguntó él

-Adonde quieras –contestó ella.

El coche rodó unos metros. A punto estaban de adelantar al primer coche cuando ella lloró.

sábado, 30 de octubre de 2010

EN FIN...

En fin, quedé tan abrumado que habría preferido desaparecer por una pequeña grieta del suelo o haber sido transformado en compost cuando salí triturado del espureo edificio que albergaba el Centro Comercial. Fortuna me estaba dando una cháchara incomprensible que yo era incapaz de asimilar. Solo un idiota o el retrasado que vivía en el cuarto interior podían comprender algo de lo que ella iba soltando. Sin embargo y a pasar de conservar el ánimo, los nervios y las manos en el volante, casi siempre hay un mequetrefe que circula algo más deprisa de lo permitido con un cierto desorden hormonal y un coche trucado hasta las cachas. El imbécil de mequetrefe, como no , era un energúmeno de unos veinticinco años, recién salido de Es-madre y a punto de aprobar las oposiciones de notario, pues para otra cosa no se sirve habiendo estudiado en un centro donde se aplica la doctrina Busch del conocimiento económico. Quedé en un tris-tras con el morro rasgado, reventado y saliendo por alguna parte del motor, el vapor de humo que hemos visto miles de veces el la Tdt: en otro sitio no es posible ver tanto desastre y tantos automóviles destrozados. Hubiera rezado el rosario, de haber llevado uno en la guantera, pero me iba de perlas oprimir con el dedo pulgar la zona f de mi mano para aplacar la rabia que poco a poco iba convirtiéndose en ira incontrolable y en un estado de nervios hechos migas. Así que en mi subconsciente salgo del coche, me dirijo al mequetrefe, le suelto un guantazo, le estrello una papelera contra el parabrisas, y decido seguidamente si redacto el parte de accidente en tono amistoso o simplemente me doy a la fuga. Fortuna, que apretaba mi brazo con esa fruición de una mujer al borde de la más horrible locura, me miraba entre: ves y sacúdele y vuélvete al coche y vámonos a casa, cariño. Mi deseos de matar se habían acelerado, y a punto estuve de procurarme una buena estancia entre rateros descerebrados, descerebrados asesinos y proxenetas descerebrados. Solo pensar en ello mis deseos se iban amortiguando hasta tal extremo de redactar el parte de accidente con la rigurosidad de un escribano, como el auténtico pasante de un juez de primera instancia.

Dos horas más tarde decido no esperar ni un segundo más a la grúa que iba a encargarse de trasladar el coche al taller, mejor a la chatarra, aunque con aquella suerte la mía y si después de aprobar la reparación, va y me descalabro por un precipicio, pues al aprendiz se le haba olvidado apretar las tuercas de los frenos delanteros: epitafio que bien pensado hubiera servido para alegar desorden mental allá arriba, delante de encargado de distribuir a los que de ninguna manera desean volver a pisar un grumo de tierra rojiza de este planeta.

De repente me entró una incontinencia por mear y comer aunque en aquella situación sólo podía permitirme el lujo de devorar una hamburguesa doble con doble ración de patatas fritas y triple de lechuga chorreada de asquerosa salsa César. Fortuna y yo vimos marchar al coche hecho migajas, subido en la caja de la grúa atado como un perro sarnoso de camino a la perrera, desde el cabrestante se deslizaba una correa que lo ataba corto, vamos como a un perro rabioso. Al otro lado, quedaba el edificio más ambicioso que había visto nunca, obra de otro arquitecto megalómano sucumbido por el irresistible poder de convicción de un degenerado concejal que lo que pretende, entre otras inconfesables cosas es que no podamos morirnos en paz, o suicidarnos si viene a cuento. Ni una ventana, ni un minúsculo haz de luz era posible que se colara hasta el interior de aquella tumba comercial. Las razones eran obvias, o ignoraba a la Nueva Arquitectura o me meaba encima. No había tiempo ni ganas para razonamientos. De paso echaría un vistazo a las hamburguesas con el fin de saciar mi hambruna. Los nervios, pensé, pero continuaba engañándome, mi desazón formaba parte de mis deseos mas inconfesables. Me había dado, a escondidas, a la hamburguesa. Me hubiera suicidado por mi debilidad, la primera vez, pero las siguientes encontraba en aquella montaña de grasa, un principio: el mismo que hace que seamos fieles a un mujer durante toda una vida. Era mi secreto, y por mi iba a ser el mejor guardado.

Cuando noté la bofetada de aire recomprimido. Mil veces dirigido por las tuberas de acero, kilómetros de conducción incontrolada, origen de las enfermedades mas horrendas, mi corazón pareció explotar entre aquella masa de gente de todos los colores, razas y condición social. Hacia mí avanzaban, como si fueran huyendo del sol, verdaderos vampiros, de ojos lechosos y cuencas amoratadas. Eran el grupo más numeroso. Me miraban y sonreían como dándose la razón de que yo iba a ser el siguiente en su lista. Me atacarían, morderían y me dejarían sin una gota de sangre. Eran pues en si mismo un espectáculo que a su paso nos increpaban y llamaban ¡capullos de mierda, que os den! Algunos llevaban clavadas estacas de madera, tan realistas que podían engañar a cualquiera. En mi caso pensé en Halloween. El día de los muertos pasado por el filtro de una serie de televisión. El grupo del fondo vociferaba contra otro que pretendía ocupar unas mesas en el bar de moda El oso que guiña el ojo, sin duda nada que ver con el Yogui de Yellostone de nuestros, imperfectos y a todas luces estúpidos, años de candidez.

¡Que se los lleven, que se los lleven! Me parecía oír gritar a una masa de compradores compulsivos, supongo querrian refereirse a algún pobre diablo que habría cometido el error de circular, pongo por caso, por el carril contrario de las inmensas avenidas peatonales del centro comercial. Mi vista hacia sacudir a la cabeza, harta ya de tanta y semejante estupidez. Aquella situación ofrecía todos los condimentos de acabar siendo una situación peligrosa. El deseo de consumir, adosado al deseo de calentar a alguien, hace que el comprador de centro comercial se comporte con un autentico nakinavajas en potencia. Fortuna procurada contener la sonrisa, pero yo no sabia a cuento de que aquel rictus que iluminaba su cara hacia presagiar momentos difíciles en nuestra relación con los demás.

Por fin el oso que guiña el ojo, donde podría mear y tomar un te cargado de alguna sustancia que adormilara mi desagrado por la gente. Como método recurrente y solo para aclarar algunas ideas confusas, me interrogaba ¿Qué demonios hacia metido en aquella jaula de locos?. Sin respuesta. De manera que no quedaba otro remedio que seguir en la senda, aparcar tu cuerpo cuando tuviera ganas de mear, y dejarte de tonterías pues salías ileso o salías amoratado de aquella fiesta de viernes por la tarde.

Todo el mundo piensa que lo suyo es lo mejor, incluso yo también pienso que lo mío es lo mejor, lo que hace mover al mundo con sensatez, sin violencia y con la humanidad puesta a flor de piel. Aunque tal vez, los mejores deseos, aquellos aprendidos en talleres de crecimiento personal, en las interminables charlas con los psicólogos de familia, quedan arruinados, abocados a la cloaca en un santiamén cuando tu coche ha sido victima de una tropelía provocada por un degenerado, te entren ganas de mear y no tengas mas remedio que hacer uso de un centro comercial donde el general Custer hubiera disfrutado como un indio, -nunca he pretendido que las bromas me salieran de manera tan canallesca- cuando vas, y después de pelearte con una compradora por un oso de peluche consigues localizar la luz roja de los retretes, algo que dudo mucho sea obra del altísimo, un energúmeno de casi dos metros d e altura te pide algún comprobante de haber adquirido en cualquiera de los cuatrocientas cincuenta y dos tiendas objeto útil o inservible pero que sin ese requisito era imposible la evacuación de vejiga. Tan esperado momento se me venía abajo, y abajo se me venia los sudores y humores, la candidez y autocontrol aprendido en mis reuniones, por ese pequeño detalle hube de liquidar un sanción de cuatrocientos euros por una simple meada en la calle, aunque, tal vez, no hubiera sido tan desproporcionada la sanción, si mi mala precaución no me hubiera llevado a hacerlo encima de un indigente, que en el juicio de faltas, que se celebró semanas después, parecía haber caído mi intemerata sobre el nuncio apostólico, por lo menos.

CONTINUARÁ...?