domingo, 10 de octubre de 2010

ENCERRADOS


-¿Qué..? –exclamó Horia, casi hablando con sus brazos.
-¿Qué de qué?- respondió Cornel- casi susurrando y con una luminosa sonrisa -Eres único para abrir puertas. –dijo Horia, con alabanzas.
-No he sido yo. La puerta estaba abierta. Solo me he limitado a empujar y…

Horia 22 años. Vlad 15, el más pequeño. Cornel 27, El jefe ,“El Boss” como le gustaba que le llamasen. Los tres hacían un equipo perfecto. Forzaban, entraban, hurgaban, elegían si era preciso, y huían después a beber cerveza y de putas. Es lo que mas les gustaba hacer en la vida.

-¿Cómo has dejado la puerta? –dijo Horia -Normal, ¿Cómo quieres que la deje? Joder, siempre pisando mis pasos, Horia –exclamó Vlad.
-¿Qué has encontrado? –pregunto Cornel.
-De momento poca cosa. Papeles, algunos pasaportes y un par de cámaras compactas de fotos. ¡Mierda, mierda!. Me da que aquí no vamos a sacar nada en limpio.
-Calla y sigue mirando. Parece que no hay nadie. Tenemos tiempo y podemos trabajar con tranquilidad.
-¿Trabajar con tranquilidad?. En buena nos has metido. Joder, aquí no hay donde rascar. A lo sumo quinientos y con suerte.
-No te quejes, ayer sacamos un buen pellizco –dijo Horia, mientras Cornel y Vlad, alumbraban con sus linternas algunos cuadros colgados en la pared.
-Sabes, Vlad, me hubiese gustado saber pintar –dijo Horia barriendo con la débil luz de la linterna el rostro de una mujer. ¿De qué época será? Es una chica rara, con esos tirabuzones. Joder ya no se ve a gente así.
-Deja eso y céntrate en el trabajo –dijo Cornel. Solo las joyas y el dinero. Los cuadros son muy difíciles de colocar. Además quien iba a creer que nosotros entendemos de pintura- exclamó.
-Nunca es tarde Horia para aprender y si lo tuyo es la pintura pues a qué esperas -dijo Cornel con ese elegante tono paternalista que solía adoptar en algunas ocasiones.
-¿Dónde esta Vlad, hace rato que no le veo? –dijo Horia -No tengo ni idea, estará en el piso de arriba –dijo Cornel. -Esta bien yo voy al garaje, a lo mejor allí encontramos algo que nos alegre la noche. Por que de momento aquí no hay nada -dijo Horia girando su cuerpo en redondo acompañándose de sus brazos.
-Pareces una puta bailarina de ballet –exclamó Cornel.
-¿Dónde esta Chiqui? Es verdad, hace rato que no le vemos.
-Bien, tu ve al garaje que yo voy a buscar a ese descerebrado, -dijo Horia -¿Cómo es que la puerta estaba abierta? –se preguntó mientras subía las escaleras en busca de Vlad.

Los tres habían llegado al país en un compartimento seguro al fondo de la caja del camión que hacia la ruta diaria Bucarest Barcelona. Las barreras se habían cerrado para aquellos sin papeles, los que no resolvían nada. Los que se la veían con la mano de obra nacional. Los ladrones, la gente indeseable. Los que hurgaban en los contenedores de basura, en los últimos tiempos en plena competencia con los hurgadores de basura nacionales.

-Horia, que habéis hecho. Allí hay…alguien, una….tipa, que esta. Joder ¿Qué le habéis hecho? Cuando entramos no había nadie y de pronto la puta esa me da un sopapo con aquellos ojos abiertos, con la cabeza caída. Esta buena la tía, pero, joder… era una puta joven que supongo que no le había hecho mal a nadie. -Cálmate Vlad, nadie le ha hecho daño. Además ¿De qué coño estas hablando? Una puta joven, ¿que quieres decir? ¿Qué pasa Vlad, que has visto?.
-Allí, Cornel -señalando con el brazo hacia una habitación del fondo del primer piso, cuya puerta entreabierta delataba algo inesperado. Una visión sobrecogedora.
-Estas muy nervioso Vlad, cálmate y déjame a mí –dijo sobrio como solía ponerse en aquellos momentos en que la situación lo requería.
-Joder, ¿Pero quien ha hecho esto? –exclamo tapándose la nariz. Mierda, ¿Quién cojones ha hecho….? ¡Dios! Esto es una puta mierda y un asco. Tenemos que largarnos, llama a Horia, nos reunimos abajo y salimos echando hostias.
-¿Dónde esta Horia? No lo encuentro –dijo Vlad, al cual también se le conocía por Chiqui, tratando de recuperar el aliento.
-No tengo idea, lo último que sé es que se dirigía al garaje, a ver si allí encontraba algo con el que sacar la noche adelante –dijo alterado.
-Si en cinco minutos no ha aparecido nos largamos.
-Y una mierda. Yo no dejo a Horia aquí. O nos vamos lo tres o nadie.
-Mira Vlad el que da las órdenes aquí soy yo y si yo digo que nos largamos nos largamos, ¿Entiendes? ¿Sabes lo que te estoy diciendo cabeza de mendrugo?
-Si no viene Horia, de aquí no sale nadie –dijo mostrando una pistola de clavos hecha por el propio Vlad.

Vlad era un experto en construir armas de la nada, con cuatro tubos y dos maderas, solía hacer unas cañoneras que –como decía Horia- , jodían la molondrona de un solo tiro. Todo eso lo aprendió en el reformatorio. Era un perfecto hijo de puta para la mayoría de directores de instituciones por las cuales había pasado. Quince había cumplido, pues desde los dos había trasegado de todo: hospicios, maternales del estado, reformatorios y toda suerte de prostíbulos del barrio rojo de Bucarest. Era único -solía decir Horia, que lo adoraba. Era como su hermano pequeño, al que había que proteger, aunque en muchas ocasiones todo el mundo debía de protegerse de sus cambios de humor.

-Deja esa mierda y no nos jodas.-exclamó cabreado.
-He dicho que si no viene Horia de aquí no sale nadie.
-Mira Chiqui. Deja el arma en el suelo con mucho cuidado y después hablamos ¿de acuerdo? No tengas miedo, no va a sucedernos nada, Nosotros no hemos hecho nada ¿Entiendes? Nada, no pueden cargarnos esa mierda a nosotros. -¿Quién ha sido Cornel? Cuando hemos entrado la puerta ya estaba abierta. Recuerdo que poco antes de entrar tú te adelantaste para inspeccionar que no hubiera contratiempos mientras Horia y yo vigilábamos desde el coche por si alguien se acercaba. En total habran pasado diez minutos Cornel, los suficientes como para encontrarte con esa chica y quitarte de en medio la carga. -
¿Qué demonios Vlad? ¿De que me estas acusando? ¿Intentas decirme que he sido yo quien se ha cargado a esa chica? ¿Y porque tendría que haberlo hecho? -Eso solo tu lo sabes –dijo Chiqui con cierto aire de superioridad, sabiendo que de alguna manera podía acorralar a Cornel por primera vez en su vida.
-Tienes muchos fantasmas en esa cabeza chico y cuando veo tanta “gente” –dibujando las comillas en el aire- a mi alrededor, sobretodo si son fruto de las fantasías de los demás, me cabreo, chico, me cabreo y puede que haga , entonces si, alguna locura. Chico, estas mal del “molondrón” y eso también me pone nervioso. Saber que tengo que trabajar con alguien que es incapaz de dominar sus impulsos, me pone nervioso…claro que si –dirigiéndose hacia la puerta del garaje.
-Muy nervioso –se le oye murmurar antes de desaparecer hacia el interior del garaje.
-Estás jodido Cornel –dijo para si el pequeño Vlad. Si no salgo de esta tú tampoco, ¡ mamón de mierda ¡.¡Horia! -exclamó Vlad, ¿dónde te habías metido?. Casi hago una locura con Cornel. Me puso nervioso. Aunque él asegura que soy yo el que le pone nervioso. En fin, que saqué mi “putita” y le apunté. Cosa que no le gustó. Hay que tener cuidado con él. Creo que se ha cargado a la chica.
-Que chica, ¿De que estas hablando? ¿Quien se ha cargado a quien?
-Arriba –relata Vlad. Arriba hay una chica desnuda, con los ojos así de abiertos –escenifica una cara con dos grandes ojos inertes, sin expresión alguna como el rostro de la chica muerta.
-No te la habrás follado ¿verdad?
-¿Por quién me has tomado? -Por lo que eres. Un perfecto hijo de puta.
-Pedazo de cabrón, siempre con tus "bonitas" palabras. Ensalzando mis progresos. Debería joderos a los dos y largarme de aquí solo, en busca de otra gente que viera en mí no a alguien que intenta joder siempre a los demás, si no a alguien con futuro.
-Chico, eso ni lo sueñes. Antes de que quieras darte cuenta has acabado con una bala en tu jodida cabezota y una bolsa de plástico envolviendo tu cuerpo. Así que ni lo pienses.
-Sabes una cosa Horia, hace unos minutos hubiera dado la vida por ti. Pero ahora, no sé, tendría que pensármelo. Cornel no me cae nada bien, siempre jodiéndome con su diferencia de edad, su poder sobre nosotros dos. Le he enseñado a “putita” y se ha puesto nervioso, Solo quería salir de aquí los tres, como siempre. Siempre ha sido así ¿no? No había diferencias entre nosotros. Formamos un buen equipo. ¿Por cierto donde esta Cornel? Ha ido a buscarte al garaje, pero tú no vienes del garaje. ¿Dónde esta Cornel, Horia?
-A mí que me cuentas. Yo vengo del garaje y allí no había nadie. He podido arramplar con un par de cientos que tenia a buen recaudo en la guantera. Para gastos imprevistos -dijo entre carcajadas.
- ! Que listo eres Horia ¡ Siempre consigues lo que te propones.
-Solo es cuestión de suerte y también de experiencia, claro. No todo se le puede achacar a la suerte. Sería mucha suerte.
-Claro, claro –asintió Vlad. Sería demasiada suerte.
-Ve a buscar a Cornel y dile que nos largamos. Me pone nervioso pensar en lo del fiambre allí arriba. Al final nos van a encolomar algo que nos hemos hecho y eso sería una cosa muy fea por su parte.
-Claro, Horia –dijo Vlad riéndose. Muy fea –mientras corría hacia el garaje en busca de Cornel.
-La madre que los parió ¿Pero que han hecho? -dijo para sí Horia. Estos h¡jos de puta quieren arruinar mi vida. Allá ellos con la suya, pero a mí que no me metan en sus asuntos de faldas. ¡ Pobre chica ¡ -se lamentó Horia mientras cubría el cuerpo de la chica con una sabana azul cuya mitad arrastraba por el suelo de la habitación.
-Horia esta en el primer piso con la chica –dijo Vlad a Cornel.
-Bien habrá que ir dejando las cosas en su sitio. Y lo de la chica encargaros de no dejar ninguna huella que pueda delatar nuestra presencia en la casa. Este asunto es una cosas muy fea. Mala cosa una muerta en mitad de un robo, muy mala cosa.
-Claro, claro Cornel. Voy y le digo a Horia que nos vamos.
-¿Que haces con la chica Horia? -¿Que voy a hacer, no ves, nada. Solo trato de darle un poco de dignidad a la escena. Dentro de poco entraran en tropel, los de huellas, los fotógrafos, la brigada de homicidios, detectives, lo de inmigración. -¿Los de inmigración? ¿Por qué ellos?
-¿Has visto su marca?
-¿Qué marca?
-La del brazo .Una petunia roja. Es una chica del clan Romanescu. Jodido asunto Vlad. Lo tenemos mal, deberíamos largarnos ya.
-A eso he venido Horia, a decirte que nos vamos. Dejamos todo, limpiamos huellas. De transporte ni hablar. Ni dinero, ni joyas, todo se queda. Nada que pueda relacionarnos con el robo. Porque después nos la meten con lo de la chica. Y eso es un mal asunto.
-Claro, claro –volvió a asentir Vlad. Un asunto que no podemos permitirnos. Ambos de quedaron durante unos instantes en la puerta observando hacia el interior el cuerpo de la chica que no aparentaba mas de quince años.
-Las hacen comenzar muy pronto, Vlad.
-Claro, muy pronto -asintió
-¡Vale nos vamos! -gritó desde el salón Cornel. Solo lo que no pese, lo imprescindible. El resto a la mierda para la brigada que se lo metan por el culo. -¿Quién de vosotros ha cerrado la puerta? –pregunto Vlad nervioso, tratando de desatrancar la puerta de salida.
-¿Qué es lo que pasa ahora? –dijo Cornel.
-La puerta esta cerrada y no hay manera de abrir –dijo Horia, a la vez que hacía palanca en la cerradura con un atornillador.
-Vamos, vamos chicos, sacad la llave, que no estamos para jodiendas. -¿Que llave Cornel? ¿De que llave estas hablando?.
-La llave de la cocina. Estaba en la cocina, con una rótulo puerta principal se leía. Alguien la ha cogido y ha cerrado la puerta. Y si no cuento mal. Aquí solo estamos, tú Vlad, Horia y por supuesto yo. Así que si yo no llevo la llave, Horia o Vlad la llevais vosotros así pues dejaros de hostias y abrir la cerradura de esa maldita puerta -dijo gritando visiblemente alterado.
-¿Y porqué debemos de creerte Cornel? ¿Por qué no has podido ser tú quien ha cerrado la puerta, haciendonos creer que hemos sido uno de nosotros, supongo que para jodernos? -No si al final va a resultar que Cornel es de la pasma, un infiltrado.
-¿Con nosotros, aquí en nuestro grupo? Estas loco Vlad. Has visto mucha mierda de televisión, chico.
-Eres un pijoaparte, Horia, ¿No te das cuenta? Esta tratando de volvernos locos, para que tu y yo nos quitemos mutuamente de en medio. -Estás loco chico, rematadamente loco.
-Vale, si ya habéis acabado de jugar, ahora sacad la llave, introducirla en la cerradura, giradla lenta y precisamente y abrid esa puta puerta, antes de que me cabree del todo y la líe a tiros con los dos. –dijo mostrando, ahora si, un revolver Astra calibre 33 satinado negro.
-¿No te decía yo? –dijo Chiqui a Horia. Es la reglamentaria de la pasma. De verdad si que estamos jodidos. Pero ¿Pero de donde ha salido este hijo de puta? –se pregunto Vlad. Chiqui hurgó en su bolsillo y extrajo a “putita” disparando sobre Cornel que cayo al suelo, herido en un hombro. Cornel a su vez hizo varios disparos mientras caía al suelo que dieron de lleno uno en pleno molondrón de Vlad y otro entre ceja y ceja de la chica de tirabuzones del cuadro. Horia lanzó la “navajera” con puntería certera que fue a dar en el pecho de Cornel, a la vez que lanzaba improperios propios de alguien que no le importa morir. Cornel era “El Boss” y los jefes mueren los últimos defendiendo el honor de sus hombres. Disparó, eso sí, a bocajarro a Horia mientras éste trataba de reanimar a Chiqui. Un silencio atronador se hizo dueño de la sala. Olía a pólvora, a muerto y…

-Que nadie toque nada –dijo la voz desde la barandilla del primer piso.
–Sargento quiero un informe completo en veinticuatro horas. ¿Quien los ha descubierto?.
-La mujer de la limpieza, teniente. Una buena mujer. No sacaremos mucho en claro. Desconoce nuestro idioma, pero aparenta ser una buena mujer-
- Me importa un huevo lo que aparente, que le tomen declaración sargento. No quiero dejar ningún cabo suelto. ¡Inspector! –gritó desde lo alto. Suba aquí quiero preguntarle algo.
-Si teniente. -¿Qué tenemos? -Poca cosa. Entre diecisiete y veintitantos años. Dos pistolas, Una de ellas hecha a mano las clásicas “colombianas” fabricada con tubos y cuerdas. Una pistola Astra, robada a un militar días pasados. Y un cuchillo. Nada importante.
-Dinero, joyas, algo que pueda decirnos que… -Nada, todo en su sitio. -¿Que me dice de la puerta?.
-Nada tampoco, señor. Si lo eran, eran muy hábiles para abrir puertas. Ni un rasguño, nada sin forzamientos, Todo muy limpio.
-¿Aquí arriba, teniente?
-Todo normal. No habían tocado nada. Las habitaciones hace mucho que no se han usado. Los dueños estas pasando una larga temporada en el Caribe, señor. -Buena gente. Poco probable que tengan que ver con ningún grupo.
-Señor, dijo la voz de una policía de uniforme. Acabamos de recibir un informe por radio. De nacionalidad rumana, del grupo de Cornel Ilianescu. No sabemos nada más, señor.
-Bien gracias, antes de que venga la prensa,-dijo el teniente. Quíteme a esta basura de mi vista. ¿Qué hace Balanescu, aquí?
-A mi no me mire,- dijo la chica policía.
El jefe de prensa se encogió de hombros. Supongo que tienen sus contactos -dijo. entre los diplomáticos siempre tienen sus contactos. De arriba -señaló con el dedo.
-¿Que sabemos de los otros casos.
-De momento nada teniente. Es como si hubieran aparecido de repente. Ajustes de cuentas, drogas, ¡Vaya Vd. a saber!
-Roger, quítame también a ese hijo de puta de mi vista. No tengo ninguna declaración que hacer.
El jefe de prensa se dirigió hacia Bogdan Balanescu, jefe de prensa de la embajada rumana en Madrid y lo cogió del brazo.
-Te invito a un trago -le dijo desapareciendo entre una muchedumbre de técnicos, fotógrafos, inspectores y dos camilleros que se llevaban al último de los cuerpos acribillados a balazos y que de la etiqueta que colgaba de la bolsa negra se leía claramente Vlad Sabur.

No hay comentarios:

Publicar un comentario